Val la pena llegir l'article de Francesc de Carreras, Catedràtic de Dret Constitucional de la UAB publicat a La Vanguardia el 13-10-2012.
Acabo de leer las declaraciones de Artur Mas en La Vanguardia de ayer y una sospecha que me asaltaba en las últimas semanas se ha confirmado.
Nos encontramos ante un tipo de personaje, muy estudiado por los psicólogos, que me causa un especial pavor: estamos ante un iluminado, una persona que ha escogido ser el instrumento de un misterioso destino que está decidido a asumir, pase lo que pase, tanto a él como a su país.
"¿El camino a la soberanía será largo?", le pregunta el periodista Barbeta. Responde: "Largo no sé si será, pero será duro, muy duro". Y añade: "Procuro aislarme todo lo que puedo del ruido mediático (...) Si no te atreves con un proceso así, tienes que terminar.
Lo que no vale es quedarte de presidente de un país y dar la espalda a la mayoría del pueblo. Si no te atreves, te tienes que ir. Y si te quedas, tienes que asumir el sufrimiento". Y remata la faena: "Tengo esperanza porque tengo fe". ¡Dios mío! ¿En manos de quién estamos?
Hasta hace poco tenía de Mas la opinión contraria, lo había escrito muchas veces en estas páginas. Pensaba que era un tipo racional, educado en el Liceo Francés, un hombre estudioso, preparado, frío, analítico. Todo menos aventurero. Pensaba que era un freno a los sectores más extremistas de CiU, como demostró en el último congreso de su partido, maniobrando en favor de la moderación. Parecía ser un político dispuesto al pacto, en la tradición catalana de Prat de la Riba y Cambó, es decir, un anti-Companys, un hombre de seny, alejado de la rauxa.
Me equivoqué. El racionalista se ha transformado en un visionario decidido a que su país emprenda caminos "duros, muy duros", a permanecer aislado del ruido mediático, es decir, de la opinión pública, a estar dispuesto cual mártir a "asumir el sufrimiento", a tener esperanza basándose sobre todo en la fe. ¡Madre mía! De la prudencia a la mística, del realismo a la lírica y, sobre todo, en estos tiempos de tribulación, a algo peor, a la épica.
¡Vaya peligro es Artur Mas!
La entrevista no tiene desperdicio, todo son contradicciones. Porque a pesar de todo este lenguaje agónico, la ineluctable transición de Catalunya hacia la independencia resultará fácil: nunca saldremos de la UE aunque seamos un Estado soberano; que la caja esté vacía o llena importa poco, precisamente porque estamos económicamente mal es el momento de arriesgar; no habrá problemas para tener indistintamente la nacionalidad catalana y la española; las pensiones se pagarán aunque los trabajadores disminuyan y los jubilados aumenten.
Como decía Tocqueville, los políticos más peligrosos son los grandes simplificadores. De repente, Mas se ha convertido en uno de ellos. Tenso el mentón, la mirada en el horizonte, aires de jefe de Estado.
Este es el Artur Mas de las últimas semanas. Me da miedo.