La desarticulación moral

España asiste a una desarticulación moral (el copyright es de Enric Juliana) de la que en alguna medida también participan los medios de comunicación.

La manera en que se está abordando el caso de la auxiliar de enfermería infectada de ébola está en las antípodas de cómo un episodio así se viviría en otros países civilizados.

Las administraciones gestionan mejor la realidad que el discurso, pero empieza a ser tal la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones, que se pone la lupa sobre todo y se cuestionan hasta los pequeños detalles.

Los medios de comunicación, en una carrera por aparecer como los únicos guardacostas del mundo real, cruzan las fronteras de la prudencia y, a menudo, convierten las noticias en escenas de un gran espectáculo.

La batalla que libran los viejos y nuevos medios no es ajena a este guion improvisado a diario, donde a cada paso aparecen nuevos actores dispuestos a conseguir su cuota de pantalla.

A este país le costará Dios y ayuda volver a articular sobre bases sólidas una moral colectiva.

La regeneración política mil veces aludida y mil veces aplazada, o se hará desde el poder o la harán los ciudadanos desde la indignación o la indiferencia.

La idea de rendir cuentas parece ajena a la mentalidad de los gobernantes, pero el escaso rigor, a veces, de algunos medios y la perversión, en ocasiones, de las redes sociales no contribuyen a recuperar la confianza.

El cambio de actitud tiene que venir de abajo arriba y de arriba abajo.

Es imprescindible que esa transformación sea de doble vía: los ciudadanos deben ser más exigentes con sus gobernantes, pero también con ellos mismos.

Vamos hacia la fragmentación política y social.

El ébola es una enfermedad grave, pero los efectos de la desarticulación moral pueden ser aún más devastadores.

Màrius Carol.   Director de La Vanguardia

Font: La Vanguardia 10/10/2014

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